9.1.13

Este jueves, relato. "Mayores"


Metrópolis, 10 de Enero de 2013

Editorial.

Gracias a la vida… por haber vivido apasionadamente.
De pronto llega la madurez y las acciones apasionadas escasean. Las metas que propician la pasión están alcanzadas o desestimadas. Sociales, económicas, profesionales, personales… y los mayores piensan que bastante hacen con sobrevivir, y es el turno de recordar aquel momento de estreno vital, aquel exceso que nos hinchó el ego, aquel reposo momentáneo que siguió a la conquista.

¡Qué natural era entonces la pasión! Aliada arma de doble filo. ¿Dónde quedó aquel estremecimiento, hoy diluido entre tanta arruga?

Sin embargo, seguro que a pesar de todo, muchos de nosotros podríamos hacer nuestras aquellas palabras de Mademoiselle de Lespinasse: “Qué natural es para mí la pasión y cuán extraña me resulta la razón”



Relato:
Mamá nunca fue de esas madres que dan todo por sus hijos.Siempre fue una mujer muy coqueta, muy buena anfitriona, muy de los talleres de arte y muestras culturales.  
Mamá, no era de los postres caseros, ni de compartir merienda conmigo y mis amigos.
Mamá, supervisaba el funcionamiento de la casa, como si del gerente de una empresa se tratara y vigilaba que mi educación fuera la correcta y yo respondiera de forma aplicada.

Crecí sintiendo la falta de una madre, aunque viviéramos juntas en la misma casa, y sentí envidia de muchas de mis amigas, que se quejaban del asedio de los mimos pegajosos de las suyas.
Creo que por eso fue muy duro, cuando meses antes del desenlace de su enfermedad, algo que ambas desconocíamos totalmente que estuviera latente ya como sentencia. Me tambaleó el alma cuando recibí aquel vídeo donde me hablaba de lo bien que estaba con su nueva pareja en Brasil, un lugar que me decía era para que ambas viviéramos juntas de nuevo. Me decía que pensaba mucho en mi, que se daba cuenta la falta que le hacía. Se estaba volviendo vieja, porque ese sentimentalismo, nunca le había ido bien con sus trajes de Dolce y Gabana. 

Al poco tiempo, y en un arrebato de un amor filial, que a fuerza de indiferencia había enterrado en lo más profundo de mis entrañas, viajé a Brasil. Lo exuberante del paisaje, el calor, la gente y su colorido, que por cierto no era solo negro, la forma de vivir, sin importar el que dirán, sin duda habían hecho de mi madre otra persona, los años habían ablandado aquel corazón de acero que por fin se mostraba de carne dentro de un esqueleto achacoso pero no menos elegante. No todos los viejos son buenos, como no todos los niños son inocentes, pero posiblemente muchas veces en la vejez, el egoísmo juvenil de quererlo vivir todo de un sorbo da paso a la verdadera esencia de lo humano: el prójimo.

Eso fue lo que vi, los últimos tiempos que compartí con mi madre, en la barra de Tixuca y lo que aleteó en sus ojos cuando su espíritu voló hacia otra marca de moda: la necesidad de dar afecto y sentirlo, las ganas de  justificar el por qué anduvo por aquí.

Es que hay cosas que no tienen precio, y mi madre al final de tantos abundantes estados de cuenta, lo comprendió.

16 comentarios:

Tracy dijo...

Otra visión y no menos interesante que las demás porque también se dan casos de éstos. Me gustó por lo novedoso del argumento y por las enseñanzas que se pueden sacar de él.
Muy original la exposición.

Natàlia Tàrraco dijo...

Madres las hay de muchos pelajes, como hijos lo mismo.
Mucho mimo de mamá achucha, poco falta y mucho, malos los extremos.

Por suerte mereció la pena el viaje al Brasil, mereció el reencuentro, nunca es tarde aunque tarde mucho.
Mentira parece, las formas que tiene cada cual de montarse la vida.

Besitos a repartir mayormente entre los dos dicharacheros reporteros.
A la vejez viruelas??? Quiá, la pasión se gradua como las gafas o como la llama del gas.

Montserrat Sala dijo...

Hay madres y madrecitas y madrastras. Y cada una llega a la senectud y reaccionan de manara diferente, puede que mejor pero también puede que sea peor. En genral todas regresan a¡ cariño y al reconocimiento de los errores y hasta a reclamar el perdon.
Una entrada muy diferente y muy bien expuesta. Un abrazo

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Es verdad que cuando uno es joven es más egoista y de mayor la necesidad de afecto aumenta; porque la escala de valores cambia por completo, y a la protagonista de la historia le pasó.
Buen relato
Un abrazo

Luis dijo...

¿Es posible una digna reivindicación del pasado de una persona en el final de la vida? No lo creo, pero espero que haya sido reconfortante para ambas partes. Saludos muy buen relato y la foto genial!!

Lucía m.escribanoblogsport.com dijo...

Tener una madre como la que describes, nos dice que ser anciano, no necesariamente quiere decir ser buena gente, eso no lo dan los años, lo eres, o no. Después recurren a la piedad del lazo familiar, para disfrutar de aquello que necesitan. ¿ Piensan en sus hijos ? Quizá si, pero cabe que vuelvan a pensar solo en ellos.
O que yo este siendo demasiado dura en mi comentario,si es esi, pido perdón.
Besos intrepidos amigos.

Anónimo dijo...

Ser madre o padre o abuelo, no imprime carácter, es decir, no nos aboca a ser de una determinada manera simplemente por serlo. No obstante, todos tenemos derecho a rectificar y aspirar a que nuestros defectos sean perdonados.
Interesante visión del tema que hoy nos ocupa.
Un abrazo.

San dijo...

Este relato me trajo a la memoria una conversación mantenida con una amiga, decía que su madre demandaba ya anciana, los abrazos que nunca dió. Esta amiga decia que no sabia abrazar a su madre, puesto que ella nunca le enseñó, ya que andaba más preocupada por todo que por sus hijos.
Dificil volcarse habiendo tenido este modelo, pero bien resuelto en vuestro texto. Ese viaje le merecó la pena.
Un abrazo.

Cecy dijo...

Otra cara de la mismas madres, las hay de algodón, de ternura, de desapego, de abandono, de todos los colores, como también de hijos, padres, amigos y gente que no conocemos. A veces ni siquiera se conoce a la familia.

Me gusto tu giro.

Un abrazo.

Sindel Avefénix dijo...

Hay personas que creen que la juventud les va a durar toda la vida, no se toman el tiempo para dar afecto, les gana el egoísmo, y cuando llegan a la vejez empiezan con sus replanteos. Pero es válido esto? Yo creo que no, no se puede recuperar el tiempo perdido.
Un abrazo enorme.

Matices dijo...

Me gusta porque hay un cambio y lo aceptan las dos, de lo cual disfrutan, aunque en la vida real hay madres e hijas que se niegan el placer de compartir momentos especiales juntas... tal vez porque cuando se necesitó cercanía se regaló lejanía con mucha naturalidad...
Una invitación a la reflexión...
Besos, reporteros!!

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Es cierto. No todos los viejos son buenos, ni han sabido -o debido- ser padres o amigos o amantes. En realidad un "viejo" es una persona que ya transcurrió la mayor parte de su vida, y, para bien o para mal, llegado el punto culminante de su existencia, sabrá si valió la pena -o no- la forma en que vivió, si fueron válidas sus prioridades. Habrá quienes tendrán mucho de qué arrepentirse, algunos-sin duda- se arrepentirán de no haber dado más amor a sus hijos a quienes más los quisieron, otros, en cambio quizás se arrepientan de no haber vivido de otro modo su vida. No hay modelos ni recetas. Solo intentos de vida y cada quien deberá asumir su responsabilidad por ello.

un abrazo para cada uno, reporteros!

=)

tereoteo dijo...

Recogemos lo que sembramos y no por el hecho de haber llegado a viejos nos convertimos en seres dulces y amorosos, hay personas que no son así, que no lo han sido nunca.
Original e interesante punto de vista.
Muchos besos a pares!!

María José Moreno dijo...

Madres e hijos. Eterno tandem de amor y odio. Sin poder separarlos conceptualmente , siempre en lucha. Unas veces egoistas los hijos, otras los padres. La historia se repite.
besos a los reporteros.

Manuel dijo...

Me quedo con tu primera reflexion, sin que eso quiera decir que tu relato sobre la conversion materno filia no sea estupenda, pero ese detalle de que al ser mayor hechamos mano a la memoria.... que mal me lo pones con mi memoria de pez, jejejejeje.
Un fuerte abrazo

Anónimo dijo...

Hola Lois Clark , o Clark y Lois,
Me ha gustado mucho tu relato, de verdad.
Quizás por esa evolución que muestra el personaje de la madre (no sé si retrato o ficción)... capaç de vivir su propia vida ajena a la necesidad de abrazos y cariño de su hija.-
Eso tiene que ser duro para cualquier hijo o hija...
Y lo digo porque en casa, lo que más había era eso que al personaje de la hija (retrato o ficción) le faltaba.
Heredé esa costumbre de besar , abrazar y toquear a familiares y amigos...

Bien se ve que -como dicen con acierto- algo tiene que cambiar para que todo pueda cambiar. Feliz idea la de irse a Brasil y allí cambiar de vida y de manera de sentir...y cambiar egoísmo per cariño...

Me alegro mucho por ambos personajes (tanto si son retratos como si son ficción)... Me encantan los finales felices...

Un muac




Este, es un trabajo realizado por dos reporteros de ficción, que con la mayor de las indisciplinas, pretenderán entreteneros con sus informaciones sobre la actividad en nuestro virtual espacio Blogosférico.

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