“Tokio Blues”
Haruki Murakami
“ Menos mal
que eran invitaciones!
Tuve el
impulso de agarrar la radio y tirarla por la ventana, pero empezó a dolerme la
cabeza, me metí en la cama y me dormí...”
La Invitación.
La habitación estaba en penumbra, solo la luz que
salía por la puesta del cuarto de baño, dejaba ver el cuerpo que yacía sobre la
cama.
__Siempre te pasa lo mismo, cuando es algo mío,
algo que a mí me gusta, como sabes dar donde duele.__ En su enfado tiro al
suelo la radio, que ofrecía un consiento dirigido por Karajan.
El llanto ahogaba sus reproches y empezaba a
dolerle la cabeza, pero no se rendía.
__¿Sabes lo que te digo? Qué, no respondes verdad;
esa invitación me costó mucho trabajo conseguirla, y así me pagas todos mis
desvelos por ti. Te arrepentirás, pero contéstame, con tu silencio no
conseguirás que me quede.
Miriam sale del cuarto de baño, perfectamente
arreglada con un bonito traje de cóctel.
__Sammmmmmmmm !!!, es la última vez que te lo pregunto.
¿Vas a venir?, o ¿Tendré que acudir sola, una vez más?.
Viendo que Sam no se movía de la cama. Cogió su
cartera de mano. Salió del dormitorio, bajo las escaleras y dio un gran portazo
al salir a la calle.
Pobre Miriam, lo que empezó siendo un antojo, se ha
convertido en pura obsesión.
Y allí quedo sobre la cama, Sam el muñeco
hinchable.
"El Arte de la Prudencia”
Baltasar Gracián.
“CONOCERSE A SI MISMO: Conocer el
carácter, la inteligencia, las opiniones y las inclinaciones. No se puede
ser dueño de sí si primero no se conoce uno mismo…”
Pues vaya descubrimiento el del número ochenta y nueve de este librito
que se le acababa de caer a los pies mientras reorganizaba y limpiaba la
biblioteca. Lo primero que le vino a la cabeza fue que Sócrates ya lo
había dicho antes, esto y muchas cosas, y el pobre como Jesucristo acabó como
ya sabemos, no le quedaba otro remedio, algunos sesudos estudios se habían
hecho sobre el paralelismo entre estos dos personajes históricos, pero él no
estaba de acuerdo, al menos conforme les pintaba la historia, deformando lo
razonable, como gusta al pueblo. (En casos parecidos a estos las
mentiras cuantas más gordas mejor suelen sustanciarse con las creencias
populares, básicamente porque nadie quiere reconocer que no lo entiende, así
pueden llegar a montarse los dogmas)
Se dice que Sócrates era un chico listo
pero feúco y chiquitajo, más feo que el demonio, ello debió favorecerle
el desarrollo de las entendederas para sobrevivir "del piquito"
y ser alguien en aquél enmarañado mundillo de pensadores que se llamaban
filósofos. También decían las las malas lenguas, o quizás en este
caso buenas, que fue una mujer,
http://es.wikipedia.org/wiki/Diotima la que le enseñó digamos que.... lo básico, lo cual aparece reflejado, en EL BANQUETE de PLATÓN.
http://grandesmujeresenlahistoria.blogspot.com.es/2012/07/el-amor-platonico-diotima-de-mantinea.html
De Jesucristo, el segundo personaje de la comparativa, el autor de estas líneas prefiere no afirmar nada, pero secretamente piensa cosas muy diferentes de las que nos han vendido, entre otras que fueron varios los sujetos que gustaban apropiarse de dicha noble procedencia, y seguramente de buena fe, aprovechando que su pueblo lo llevaba esperando como agua de Mayo desde hacía mucho tiempo, conforme había sido anunciado por videntes de tiempos anteriores. Al fin y al cabo todos eran hijos de la Divinidad, no les faltaba razón; pero solo a través del más preparado se nos legaría algo de su pasado, no personalmente claro, que los grandes nunca escriben sobre sí mismos pero su pensamiento permea y trasciende la sociedad (Confucio, Buda, por nombrar a los más conocidos). La mejor forma de transmitir su, por entonces, utópico pensamiento no podía ser transmitido sino mediante fórmula parabólica, ¿de qué otro modo podría explicar a un pueblo belicoso con unos valores tallados en agresiones y sufrimientos lo que tanto escocía al sentido práctico de entonces?
Tras haber pensado todo esto en cuestión de pocos segundos, lo que tardó en quitarle el polvo, volvió a depositarlo, esta vez en una estantería más cercana, tras haber considerado que lo de conocerse a sí mismo no estaría mal hacerse extensivo a ciertos colectivos llamados pueblos, países, naciones.
“El
Paraíso en la otra esquina”
Mario Vargas Llosa
“…Su
madre, que vivía entonces en un vecindario menos sórdido, en la rue
Neuve-de-Seine. Madame Tristán no podía entender que no quisieras retornar al
hogar, donde tu marido, el padre de tus hijos. ¡Flora! ¡Flora! ¿Qué locura es
ésta? ¿Abandonar a André Chazal? Con razón el pobre hombre se quejaba de no
recibir noticias suyas. Creía a su mujercita en el campo, cuidando de los
niños. En las últimas semanas André había tenido, de pronto, quebrantos
económicos: los acreedores lo acosaban, debió abandonar el piso de
Fossés-Saint-Germain-des-Prés y su taller fue embargado por el Juez. Y,
precisamente ahora cuando tu marido te necesitaba más que nunca, ¿ibas a
abandonarlo? Su madre tenía los ojos llenos de lágrimas y la boca trémula.
-Ya
lo hice- dijo Flora-. Nunca volveré a su lado. Nunca más perderé mi libertad…”
"¿Es
aquí el Paraíso?"
"En
la otra esquina, mi señor." (*)
Miro
por la ventana y llueve con un sol resplandeciente de verano.
Miro:
me miro las manos, me pienso los ojos, me reviso el pensamiento, me espío el
alma, me encaracolo un instante en mi ombligo y me expando con toda la piel
como una bandera.
La
lluvia duró solo un momento. El vidrio se ha manchado de diamantes.
Sonrío
y me emociono por casi nada en estos días.
Se
me ha escurrido el amor de entre las venas, se ha desmadejado en mi pulso,
desmayado de frutas amargas, rutinas inevitables, promesas imposibles, profecia
cumplida.
Cupido
ya no me entibia el corazón, ni Eros duerme a mi lado. Se nos ha ido el Amor.
El Paraíso siempre en la otra esquina.
(Una
nube pasa.)
Y
todo es ahora esta libertad renacida, este espacio todo mío. Este goce que aún
es una pena desdibujándose.
Laboriosa
mi alma, vuelve a tejer con detalle mis tejidos antiguos: la luz de mi mirada,
la textura de mi boca, la inquieta yema de mis dedos, mi turgente corazón.
De
pie en mi misma, se despierta mi irredenta Libertad.
El
Paraíso, por suerte, en esta esquina.
(*)referencia
a un juego infantil en el que los niños cambian de lugar y el Paraíso también.
“DESPERTAR”
Fragmento del relato: “El billete de Lotería”
José Vte.
García Torrijos.
“Todos los sábados por la mañana, y antes de
acercarse al mercado para realizar la compra semanal, Josefa se acercaba a la
administración de lotería y compraba su billete para el sorteo que se iba a
realizar ese mismo día. Siempre, desde hacía ya doce años, compraba el mismo
número a pesar de que nunca en todos aquellos años le había tocado gran cosa,
tan solo alguna pedrea o alguna devolución, pero nunca nada serio, ninguna
cantidad lo suficientemente importante como para permitirse algún capricho o
algún exceso. Ese singular detalle no impedía que Josefa perdiera la esperanza
y que acudiera fiel a su cita con la administración de lotería de su barrio…”
Aquel domingo
Josefa salió temprano a pasear. Hacía sol y la temperatura era muy agradable.
Al pasar por la
administración de lotería presintió que algo allí no iba como debiera, la
puerta estaba abierta pero todo parecía demasiado tranquilo, una aparente calma
sospechosa, así que se puso en guardia antes de entrar; en el despacho no había
nadie, tampoco había rastro de Sara, la lotera.
Josefa la llamó
varias veces, subiendo cada vez más el tono de su voz, pero solo obtuvo un
aterrador silencio por respuesta. Aquello era muy extraño, si Sara hubiera
tenido que salir habría cerrado la oficina, nunca la hubiera dejado abierta y
sola. Justo cuando empezaba a plantearse avisar a las autoridades, una voz la
sacó de su ensimismamiento:
Buenos
días, ¿Josefa?
Se volvió hacia
la puerta y se encontró con dos hombres educados y bien vestidos.
Josefa dudó por
un momento antes de contestar:
Sí, soy yo –
¿en qué puedo ayudarles?
En ese momento
el otro individuo se abalanzó sobre ella clavándole una aguja en el cuello que
la dejó sin sentido. La sacaron de la administración y la introdujeron en un vehículo que esperaba
arrancado justo en la puerta.
Nunca supo
durante cuánto tiempo estuvo dormida; cuando recuperó la conciencia se
encontraba en un avión, parecía un asiento de primera clase, a su lado, Ramón,
su marido, sonriendo y ofreciéndola un Martini, mezclado, no agitado…
¿Nos ha tocado
la lotería? – gritó ella- Sabía que ese
número nos traería suerte. ¿Y has preparado todo este montaje para darme una
sorpresa?
Lo siento,
Josefa, pero una vez más a ti te ha tocado perder, ingresé el billete en el
banco hace días, Sara me está esperando y tú no entras en nuestros planes.
Aparecieron
entonces los dos individuos de la administración:
Encargaros de
ella - dijo Ramón –
La foto de
Josefa todavía se puede ver en los carteles pegados por las calles del barrio:
MUJER DESAPARECIDA.
“Aurora boreal”
Asa Larsson
“El golpe le hace caer de rodillas,
aunque no hay arañazos ni hematomas porque la alfombra era bastante blanda.
Después, el asesino le clavó el cuchillo dos veces…”
Fueron
las primeras conclusiones de la policía científica. La tupida alfombra, aunque
muda, hablaría.
Miraban
el cuerpo, antes bellísimo, ahora un desagradable deshecho, surcado por los cauces secos de sangre,
tendido en un extraño escorzo.
Mientras
el Juez levantaba el cadáver los inspectores salieron al exterior. En el aire
gélido de la madrugada ambos expulsaban humo, ella fumando compulsivamente, él
solo expelía vaho.
-
¡Queenie! Soñaba conocerla. - Confesó el joven. - Cuerpo perfecto y esa
expresión, esos ojos, esa sonrisa…
-
Mucho glamour, pero cagan y sangran, como cualquiera. - Respondió la veterana.
El
cadáver lo descubrió una pareja a las 2,15. Avisaron al recepcionista, quien
llamó a Comisaría y de ahí que los inspectores cambiaran su pijama por un
anorak y salieran a esa inhóspita noche de miércoles de enero.
El
recepcionista detalló los huéspedes alojados y las entradas y salidas del
hotel.
El
del barman relató que la víctima llegó al bar, deslumbrante y sola, a las
11,45.
Durante
los cuatro gin-tonics que bebió firmó
tres autógrafos y despachó a dos moscones. Primero tecleaba en su móvil, luego
conversó con él. Cuando marchó, a la 1,45, solo quedaba en un rincón del bar la
pareja que encontró el cuerpo.
Los
policías vieron llegar al bar del hotel a una pareja que cargó su desayuno a la
habitación 214.
La
inspectora se acercó a ellos y les preguntó si habían escuchado algo esa noche.
Ambos
lo negaron, argumentando estar en tratamiento de reposo, con fortísima dosis de
somníferos.
Les
arrestó.
Aislados,
en la Comisaría ,
ambos declararon.
Él
confesó que no había tomado los somníferos. Sabía que Queenie estaba sola en
una habitación cercana y quería abordarla. Lo hizo al oírla llegar, ella gritó
y la golpeó para callarla. Negaba saber nada de las puñaladas.
Ella
había notado algo extraño en su marido, por lo que no tomó su medicación.
Cuando le vio salir, le siguió con un cuchillo para amenazarle y al ver el
cuerpo inerte, descargó en Queenie dos puñaladas de envidia.
"La vida oculta"
Soledad
Puértola
“Entendí entonces por
qué se emiten tantos juicios equivocados o desacertados, por qué se clasifica
mal una novela o por qué tantas veces tarda en valorarse una obra… Los bienes
de la lectura son muchos… Pero ¿y los males?... Con la mente un poco nublada,
me alejé de los manuscritos.”
Me senté en un banco
cercano al sol. Tomar una decisión sería más difícil de lo que había creído en un
primer momento, al aceptar la propuesta. Todas aquellas voces, se balanceaban
en mi mente. Quién era quién. Cuáles sus sueños, sus deseos, qué les impulsaba
a escribir esa obra maestra del engaño. Habían renunciado a su estilo, a ser
ellos mismos y se camuflaban en el mundo de otro. ¿Sería este uno de los males
provocados por la lectura? ¿Obsesionarse con un autor y acabar
escribiendo como él? ¿Copiarle el estilo, cuando el estilo es lo único que nos
queda?
El tiempo se me echaba
encima como un largo abrigo hecho de sombras de cipreses. Tenía que emitir un
juicio que junto a las valoraciones del resto de miembros del jurado,
desenmascararía a los encapuchados y proclamaría vencedor al mayor farsante de
todos ellos. Pero, ¿y si resultaba que el que parecía más falso era el que
había conservado mejor su estilo, el que había sido más verdadero? Entonces yo
habría fracasado.
“Los viajes
equivocados”
Clara Obligado
“…La primera noche no quiso desnudarse y tuvo
que esperar casi un mes para que se dejara acariciar. Aguantó, pero no se lo
dijo a nadie, porque entonces todo el pueblo hubiera dudado de su hombría…”
Cada día la veía
entrar en el baño y esperaba ese golpe seco con el que cerraba la puerta. Ese
sonido dejaba claro lo que ella no se atrevía ni tan solo a insinuar. Luego de
pasar un buen rato dentro, salía con la luz apagada. A tientas se metía entre
las sabanas y con un: Buenas noches cariño, le daba la espalda y enseguida se
quedaba dormida.
Esto fue así hasta
aquel día en que Álvaro cumplió los treinta años. Para celebrarlo habían salido
a cenar al restaurante preferido de Elena. Ella se mostró dulce y tierna con
él. Le tomaba las manos mientras le hablaba, mirándole fijamente a los ojos, le
hacía guiñitos cómplices y pícaros. Sí, esos guiños eran pícaros y sus sonrisas
se dibujaban lascivas, malévolas, se decía Álvaro.
A medida que la cena
avanzaba, la tensión entre los dos crecía. En los postres un
camarero trajo una tarta con unas velas encendidas, Elena le dijo: pide un
deseo. El cerró los ojos y sopló dejando un rastro de humo con olor a cera
quemada.
Al llegar a casa, su
deseo, se cumplió.
"La Tierra de las Cuevas Pintadas"
Jean M. Auel
"La
Zelandoni hablaba de hacer algún viaje este verano para visitar otras cavernas,
y yo he pensado que sería más fácil y rápido emplear los caballos..."
¿Este es el
párrafo? me pregunté, y ¿Que saco yo de aquí? seguí preguntándome,me
aseguré de nuevo de que efectivamente correspondía al
primer párrafo de la pagina 53 y vaya que si lo era.
El demonio de
mi hombro izquierdo me inducia a cambiar de libro, pero el ángel del
hombro derecho me susurraba entre dientes cobarde, cobarde.
De repente me
di cuenta, al final, pase lo que pase y emprendamos lo que emprendamos siempre
estamos frente a la toma de decisiones, y entre
tanta decisión se me fue la inspiración del relato.
Menos mal que pocos
se darán cuenta de que las musas
me han dejado en plena duda ¿o
no
Vittorio
Gassman, Un gran porvenir a la espalda.
Vittorio
Gasman
“La
intimidad introducida por el juego me acercó a una agradable viuda, la señora
B., con quien con mayor frecuencia me encontré confabulando. Nació un pequeño
flirt, entre las montuosas chepas y los bosquecillos que circulaban el hotel.
Era la primera venial infidelidad que cometía con respecto a Nora, y mi
impericia con las intrigas de amor me desenmascaró de la más torpe de las
maneras; me pillaron en un pasillo mientras cambiaba con la viuda unas furtivas
caricias, y por si fuera poco agravado por la actitud bromista y estúpida que
había adoptado en un momento dado, arrodillándome delante de ella con las manos
sobre el corazón…”
La
vergüenza que pasé en aquel momento no sólo no fue causa para que dejara de
internarme en el juego de las infidelidades, sino que, por el contrario, me
motivó a seguir explorándolo.
Quizás
el hecho de sentirme acorralado puso a prueba mi adormecida habilidad
histriónica haciendo que, a fuerza de improvisar excusas creíbles para no
comprometerme, mi ego desenfadado fue hallando en aquellas aventuras
extramaritales la excusa perfecta para desempolvarse de la mediocridad de la
rutina conyugal a la que mi matrimonio pertenecía y yo –desde mi fibra más
íntima- luchaba por ocultar y combatir.
La
adrenalina que corría por mi cuerpo en aquellas situaciones arriesgadas, hacía
que me sintiera plenamente vivo, pese al riesgo y a las murmuraciones a los que
me exponía, por lo que un eventual encuentro con algún marido celoso y
resentido no me inquietaba demasiado, o quizás fuese ese un condimento más que
me incentivaba para persistir sin arrepentimientos en la trama de engaños e
infidelidades.
Nada digno de preservarse sobrevivió después de aquella tortuosa
sucesión de escapadas y falsas promesas de amor sincero. Mi dignidad se
extinguió. Mi credibilidad se hizo polvo entre las faldas de esas mujeres, de
las que hoy, ni siquiera recuerdo el nombre.
“La vorágine”
José Eustasio Rivera)
“Indudablemente, mi nueva amiga
me favoreció aquella noche en ese juego plebeyo, desconocido para mí…”
Nunca la había visto antes
y no sé por qué hado del destino, puso sus ojos en mí. Cada vez que lanzaba los
dados, me observaba haciendo una extraña mueca con su boca como sugiriéndole al
azar que estuviera de mi lado. Y así fue, una y otra vez.
Cuando terminó la
partida, me retiré en silencio. Solo mis ojos hablaron. Le dijeron todo cuanto
tenían ganas posándose en su rostro, en su pronunciado escote, en la curva de
sus caderas para envolverla como un suspiro de profundo anhelo. Mirándome a los
ojos asintió levemente. Pareció un gesto casual, sin embargo, cargaba toda la
intención del deseo. Me siguió sumisa hasta la posada donde paraba y
subrepticiamente, como sombra, se escabulló hasta mi lecho. La noche fue
testigo de nuestro vaivén de sensaciones. Caldeados susurros acariciaron el
silencio. La luna se durmió en un vértice de la ventana hasta que se la engulló
el día.
Desperté luego de un
sueño espeso, donde cubiletes repiqueteaban como tambores y blancos dados
danzaban cantando suerte. Al abrir los ojos me invadió una aroma dulce que
embriagaba mis sentidos. Miré a mi costado esperando ver su blanco cuerpo… más
solo encontré su huella húmeda sobre la sábana, reafirmando que en algún
momento fue presencia.
Al otro día acudí al
lugar donde la conocí. No alcancé a encontrarla. Varios hombres jugaban a los
dados. Me sumé a la partida, esta vez sin la suerte de la noche anterior. Un
hombre robusto de risa estridente, venía ganando repetidas veces. Miraba con
insistencia hacia la puerta, lanzando guiños de complacencia. Di un giro,
intuyendo que allí estaría ella… sin embargo no vi ni el filo de su silueta. Un
joven se me acercó. Recordé haberlo visto la noche anterior. Suavemente dijo en
mi oído: Lo siento amigo, la suerte esta vez no te acompaña…
"Noticia de un Secuestro"
Gabriel García Márquez.
“No sea ingenuo, mijito – le
dijo – usted no tiene la menor idea de cómo son esos tipos. No hay nada que
hacer...”
El viejo se quedó farfullando unas palabras sueltas, mientras a él se le desgajaba la tierra bajo los pies, pequeños, para entender todavía tanta indiferencia.
El viejo se quedó farfullando unas palabras sueltas, mientras a él se le desgajaba la tierra bajo los pies, pequeños, para entender todavía tanta indiferencia.
Quería detener el latir de
las filosas agujas del reloj, clavadas en su costado izquierdo.
Demoraba la noche pensando
cómo sería su voz cayendo por las arrugas de su cara, hacia ese pecho frondoso,
una vez llegado el tiempo cruel de la vejez.
Trató de escribir aire, solo
para que no se fuera, moviendo en retroceso, la puerta de salida.
Le quedó de recuerdo su gesto
soberbio, insensible, melindroso. Los comentarios de su vida disoluta, llena de
excesos. El despilfarro de cariño con sus modos refinados y sutiles depositados
en extraños, mientras a él lo abrumaba la tristeza del fin que estaba próximo.
En el letargo mórbido de la
espera, que conoce el final de antemano, pasó la última noche abatido y sin
fuerzas para reclamar.
Desasosegado se durmió.
Lo despertó un aire cargado
de malos presagios que se colaba por la ventana de la otra habitación. Corrió
hasta ella, y como en una tumba violada, resonaban en el armario las perchas
despojadas, con su tañer fantasmal y atolondrado.
Su grito casi le pisó los
talones a la hierática figura que se perdía en el camino.
-¡Papá!- gritó. Y nunca más
le vio la cara.
“En nuestro patio”
María Iordanidu
“Cuando volvimos a casa, durante
muchos días viví con mi fantasía todavía en Tatavla. Veía todos aquellos
elementos. En algún momento quise dibujarlos. Cogí un palo de carbón y comencé
a dibujar sobre la blanca pared de la cocina.
- ¿Te has vuelto loca? Gritó la abuela.
- Quiero dibujar, yayá.
- ¿Dibujar? ¿Y no lo dices?
Gritó inmediatamente a Sultana y
la mandó a la botica a comprar un cuaderno, un lápiz y una caja de lápices de
colores. Desde aquel día abandoné las cerillas quemadas y las cajas de cerillas
y me metí de lleno en el dibujo.”
Dibujar era su
pasión y sabía cómo procurarse los palitos con la punta de carbón. Hasta las
cerillas usadas recogía por la calle, eran las mejores para hacer las finas
líneas, y las conservaba en un viejo tarro de cristal sin tapa. Solía contarlas
por las noches y, dependiendo de la cantidad, sabía el tamaño del dibujo que
podría realizar. Fantasía, monstruos y fantasmas eran fáciles de dibujar porque
nadie los había visto nunca y podía dejar volar su imaginación; además, no necesitaba
colores. La pared de la cocina era de un tono blanco viejo y ahumado, el mejor
lugar para dibujar y el más amplio de la casa. En la misma cocina solía su
anciana madre pasar todo el día y se sentía segura con la sola presencia de la
pequeña; al llegar la noche la ayudaba a subir la oscura y enmohecida escalera
hasta la habitación y hasta la gran cama que ambas compartían por temor.
La
anciana había perdido la vista debido a los golpes propinados por su borracho
esposo; desde aquel día en que el doctor visitó la casa, no había vuelto más
que en dos ocasiones para pedirles dinero; al igual que la ocasión anterior, la
negativa a su requerimiento traía consigo golpes y sangre para las dos mujeres.
Cuando escuchaban cualquier sonido en la puerta o en la calle durante la noche,
ambas temblaban abrazadas en la cama.
La gran pared de
la cocina tenía grietas y lugares abombados por la humedad, que la niña
aprovechaba para crear criaturas en relieve. Finalizado cada dibujo, eliminaba
con un trapo el carbón y volvía a comenzar. Dragones voladores cubrían aquella
tarde toda la pared. Hermosa. Mañana la borraría, estaba más cansada que nunca
debido a los escasos alimentos.
Una semana
después, un cuerpo encorvado y uno más pequeño fueron descubiertos en el suelo,
al lado de la cama y cubiertos de sangre, los cráneos chafados totalmente
irreconocibles y madejas de pelo enredadas en los blancos camisones.
Cada noche en
aquella casa, dragones pintados con carbón aparecen en la pared, por la mañana
desaparecen porque cuentan que una niña la limpia con un trapo cuando sus
ocupantes duermen plácidamente.
El
Invierno del Mundo.
Ken
Follet
“Cuando Lloyd volvió a coincidir con
Walter y Maud, los encontró más enfadados y más asustados...”
Los altercados fueron lo suficientemente graves para pensar que el
peligro no había pasado.
Lloyd
llevaba un año en Barcelona estudiando ciencias económicas y Walter y Maud
llevaban en Barcelona diez años. Decidieron instalarse, por el buen nivel de
vida que se disfrutaba y por el clima, el sol les encantaba.
Después de tantos
años, era la primera vez que notaban que las cosas se iban torciendo, la crisis
tocaba de lleno a toda España y Cataluña no se libraba, la situación era tan
complicada que la gente se echaba a la calle sin importarle lo que les pudiera
pasar, no tenían nada que perder, peor no podían estar.
Durante
este año Lloyd hizo amistad con un chico, cuya situación familiar cambió de
golpe, el padre se quedó sin trabajo y el dinero empezó a escasear.
No podía continuar estudiando, no
tenían dinero, las tasas habían subido tanto que le era imposible permitirse ese lujo. Decidió
acompañarle a aquella manifestación, debía ser solidario, porque su país, Inglaterra,
comenzaba a ver los primeros síntomas de la crisis, y sus tíos Walter y Maud
pensaban lo mismo, acudieron porque se lo debían a este país de acogida.
Nunca
vieron tanta gente en una manifestación , por los recortes en sanidad y
educación, no se podía continuar así, la indignación era tan grande que la
calle era la única solución y allí
estaban.
Marcharon, protestaron; pero a los gobernantes no les gustó, y
mandaron a las fuerzas del orden, motorizada y a caballo, lanzaron proyectiles
de todas clases, hubo heridos y la gente
huyó despavorida, cargaron una y otra vez, no consentirían que acabaran
con sus planes, algunos resistieron; pero aquello se convirtió en una batalla
campal, heridos, fugas, detenidos, y, al final…los pocos que quedaron, se
rindieron. Tal vez… esto no acabará nunca; pero la lucha continuará.
“El hombre de San Petersburgo”
Ken Follet
"Un sentimiento especial se apoderó de Feliks. Se
preguntó si había sido suscitado por las muchachas, pero no, no significaban
nada para él..."
¿Desde cuándo se había visto él empujado a nada por
una mujer?
Caminó con paso cansino por la acera, se percató de
que sus pasos no habían ido sorteando las juntas entre los baldosines que
formaban una cruz como había hecho siempre, superstición atávica heredada de su
santa madre, y había pisado donde no debía. Eso a su entender traería malas
consecuencias.
Subió las escaleras despacio, sobre los tablones de
madera que las formaban iba depositándose la escarcha de aquella fría noche de
Enero. Tardó en introducir la llave en la cerradura, sus manos heladas
respondían torpemente. Dio dos vueltas y empujó, Marlin solo cerraba así la
puerta cuando se acostaba, le tranquilizo la idea de que estuviera dormida y no
tener que discutir, ella ya le había dicho que en cuanto firmara el contrato
del apartamento se iría.
Se paró frente al espejo del recibidor, en
la imagen que le devolvió, sus ojeras se marcaban cada vez más
profundas, su barba de tres días le daba un aspecto descuidado…había
carmín en el cuello de su camisa y olía a perfume barato.
Metió las manos en
los profundos bolsillos de su abrigo, en el derecho tocó la fría hoja del
cuchillo que había paseado durante dos días, lo empuñó y subió sigiloso la
escalera, se acercó a la puerta del dormitorio que estaba entreabierta, contuvo
la respiración y se asomó.
Marlin no estaba, miró a su alrededor, las puertas
del armario abiertas de par en par solo mostraban perchas vacías, sobre las
cajoneras solo un suéter viejo que Marlín no utilizaba desde hacía tiempo, los
cajones vacíos.
Casi respiró con alivio.
Se aproximó a la
ventana que estaba abierta y sintió el frío, volvió aquel pensamiento
“¿Desde cuándo él se había visto empujado a nada por una mujer?” y se precipitó
cayendo sobre los azules baldosines de la piscina vacía que no tardaron en
teñirse de rojo.
"Black&Blue"
Ian Rankin
"Spaven murió poco después: suicidio con
un escarpelo, un tajo en la garganta por el que cabía una mano..."
Era la versión de los periódicos, pero Rebus no se lo tragó.
¿De dónde sacaría un instrumento quirúrgico, ese escritor de best-sellers
infumables? Tuvo que liquidarle alguien horrorizado por sus tostones, escritor
verdaderamente genial que trabajaba de cirujano o en la morgue. El tajo era
obra de un profesional.
Le tocó investigarlo, escaseaban los crímenes en Edimburgo,
acababa de pasar la Navidad, los asesinos aún tenían el árbol con sus bolitas,
regalos por devolver, resaca.
Recordó lo que ponía la nota...murió poco después.
¿Después de qué? Releyó todo el artículo: Se publicó su último éxito; El misterio de la
cripta,...
Lo tópico, enigmas esotéricos con sectas de por medio y
pinceladas del Apocalipsis, la Cábala, los Templarios, Rosacruz. Esta vez
Spaven ventilaba las vergüenzas de los Cátaros.
Rebus compró el libro, estuvo a punto de desistir en la
página 53, continuó mortificándose. Al cabo de 1787 páginas y dos cartones de
tabaco, sin contar tres botellas de whisky, creyó resolver el caso.
El críptico misterio dejaba de serlo porque un médico forense
adicto a la secta, la cual hoy continuaba secretamente en el Périgord, asesinó
al cura que investigaba las fechorías de los albigenses y se disponía a
denunciarles a las autoridades.
El viaje a Francia donde se degustan "patés du
foie", "confits du canard", resultó gastronómicamente hablando,
genial, y fatal para la cintura de Rebus a la cual añadió dos centímetros.
Husmeó un poco y supo que el último Perfecto de la orden,
según el párroco de Villefranche
, que lo tenía vigilado, era taxidermista, usaba
con destreza el escarpelo y viajó a Escocia. Le confirmaron en el hotel de
Edimburgo que pernoctó dos noches, coincidiendo con el asesinato de Spaven. Enrique de Lausanne,
último superviviente de la familia, último Perfecto, confesó de plano con
lágrimas en los ojos, Parvus le comprendía, no le faltaban razones para
eliminar al que había escrito tan infames letras.
"Hija de la fortuna"
Isabel Allende
“Eliza Sommers
era una chiquilla delgada y pequeña, con facciones delicadas como un dibujo a
plumilla...”
Etérea,
casi leve, sonrisa triste, ojos enormes y oscuros. Hablo de ella en pasado y
siento un dolor lacerante. Hace solo unas horas estábamos los dos, rodeados de
aparatos y enfermeras, prometiéndonos amor eterno, como si eso pudiera
defendernos de la muerte. La muy traidora no tiene piedad ni siquiera de los
amantes y no siente remordimiento alguno: llega, hace su trabajo y parte en
busca del que sigue en su lista.
Durante
la ceremonia no escucho el responso ni presto atención alguna a los dolientes.
Nadie repara en que Eliza está alli, de pie junto al centenario roble, a unos
metros de la tumba. ¿O será mi imaginación que me juega una mala pasada? Sin
embargo … es ella, lleva ese vestido blanco que tanto me gusta y su figura
sobrenatural se confunde entre la gente. Le hago un gesto con la mano, le
sonrío pero no me ve. Quiero llamarla, gritar su nombre pero prefiero esperar a
que todos se hayan ido; menudo escándalo armaría, no quiero asustarlos, no
quiero que crean que he enloquecido ni que sientan lástima de mi.
Sigo
observándola hipnotizado y mi angustia crece. Escucho que alguien pronuncia mi
nombre, de pronto todo se nubla y me desvanezco.
Cuando
despierto el entierro ha terminado ya a lo que parece, pues no queda nadie.
Solo Eliza sigue allí junto al roble. Me levanto y voy hacia ella: ¡Eliza!
¡Eliza mi amor! ¿No me escuchas? Ella levanta la vista un segundo sin emitir
sonido. ¿Será que la comunicación entre vivos y muertos solo puede ser visual?
Entre sollozos, se quita la cadena que le regalé, la enrolla en la cruz recién
colocada y se aleja. ¡No te vayas por favor, no me dejes! ¡Toma, llévate al
menos la cadena! – le grito desesperado mientras intento arrancarla de la
madera y me quedo de piedra al leer: “José Luis Iglesias - 1982-2012”
“La
abuela Lola”
Cecilia
Samartin.
“A espaldas del paramédico vio que
habían tumbado a Lola en una camilla y la estaban asegurando con correas a
ella”.
Las maniobras de resucitación habían sido
infructuosas, las heridas eran demasiado profundas y había perdido mucha
sangre.
Cabizbajo, frotándose las manos, el hombre
mantenía la mirada perdida en algún punto del suelo, ensimismado en sus
pensamientos. Lo había visto venir y no pudo hacer nada para evitar la
tragedia.
Mira que se lo he dicho veces, que no quiero
verte con esas pintas, que no me gusta que te miren y menos que crean que soy
un cabrón, pero ella no quería oírlo y siguió poniéndose aquella falda que se ceñía a sus caderas, y
salía a la calle balanceándose
descaradamente, no puedo dejar de pensar que podía haberlo evitado solo con
hacerme caso, joder, es tanto pedir que le respeten a uno, pero ella no se
entera.
Cuando pasaba por el bar de la esquina todos se giraban para verla
caminar, y allí estaba yo, dando cornás,
puesto en evidencia por su poca cabeza, si yo solo quiero que me
respete, que soy su marido, que me debe obediencia, que ya lo dijo el cura,
pero ella no se entera, los pechos asomando por esos escotes que me ponen malo,
y ella agachándose a coger al niño y enseñando hasta el ombligo, mostrando lo
que solo yo tengo derecho a ver, lo que es mío y solo mío, y yo dando más
cornás que el hambre.
Coño, es mucho pedir que le respeten a uno, ya lo estaba
viendo venir pero no me escuchaba, se lo estaba buscando, que más de una vez le
advertí que me estaba cabreando, que un día iba a hacer una locura, y ella erre
que erre, que me pongo lo que me apetece, que lo que se van a comer los gusanos
que lo vean los cristianos, y más palabrería de las suyas, que para eso sí
tenía cabeza, para hablar hasta por los codos.
Hoy me ha puesto fuera de mí, si
hasta la he visto sonreírle al maestro de la escuela, es que no se entera, pero
ya se habrá dado cuenta de lo que le decía, en adelante se va a pensar las
cosas antes de sacarme de quicio.
"El alma de Gardel"
Mario Levrero
"No hay como comportarse de modo sospechoso para sentirse culpable. Pero cuando volví a abrirlo no sucedió más nada de anormal. Devolví el libro en el mostrador y me fui, tratando de desalojar de mi mente la persistente imagen de Gardel que me hacía señas, ahora desde mi memoria."
Era una mañana como cualquier otra, pero en el aire serpenteaba una luz especial. Un brillo cuya diafanidad invitaba a dejar huella.
De mi cuello pendía una piedra verde, y a modo de talismán llevaba conmigo una vasija de cerámica que emanaba mi esencia favorita. No pude negarme; desde que la descubrió, fue suya.
Lo acompañé en sus tareas habituales. Nadie, nada, avisó que desde aquella primavera, sus/mis primaveras, pasarían a ser nuestras. No, no hubo guiños ni anticipos.
Pudo haber sido la primera vez y la última y sin embargo no, desde aquella esquina de Lerma y Canning, dos mundos se volvieron paralelos.
Sabía que me gustaba leer. Ignoraba qué. Que la gente debía acudir a mí cuando estaba bien, aunque así no fuese, y él hubiese trabajado tanto para que sí.
En verdad lo ignorábamos todo el uno del otro ya que hasta ese día, nuestros universos, poco habían tenido que ver más que con aquello que nos unía: el entorno laboral.
Me dijo por ejemplo, que fumaba tabaco hindú. Desconocía que su mundo desbordaba de libros y estaba plagado de papeles y de desorden.
Días más tarde viajamos, y recorrimos una peatonal a la que hoy en casi veinte años he vuelto tantas veces -por suerte aprendemos a soltar pasados- y me distraje en una librería. Conmigo solo llevaba Ética para Amador...
Un libro, uno de ellos me llamó; las tapas de los libros siempre lo han hecho.
Irrumpió un nuevo viaje. Esta vez permanecería sola. Parecía imposible de tolerar. Llevábamos un mes juntos y ni un día separados. El imán era ineludible. La pausa insostenible.
La vasija de lavanda la llevaba en su cuello, y yo había abandonado mi piedra verde; él me había fabricado un escapulario tan alegórico como ese futuro elegido en cuatro días. Sí. En tan solo cuatro días habíamos definido un destino. Un único camino par.
“Los caracoles no saben que son caracoles”
Nuria Roca
“Hablamos de los detalles
de la foto y me paso un rato especulando sobre qué pudo ocurrir. Desde que la
descubrí he fantaseado con todo tipo de historias, hasta que mi padre pudiera
ser un espía en una misión secreta que no puede desvelar su identidad y que a
lo mejor Maite es una agente terrorista…”
Te imaginas, toda una vida juntos y de pronto descubres que
tu entorno más próximo está hecho de sombras, de incógnitas y de preguntas de
las que seguramente nunca tenga respuestas.
Sólo me queda Maite, pero sé que esa hija de puta, no
soltará prenda, desvelar secretos sobre mi padre no lo conviene, y no creo que
haga conmigo una excepción.
Sin embargo… esa foto tiene algo que me intriga y no sería
justo sacar conclusiones equivocadas. Confieso apenada no haber participado más
en la vida de mi padre, pero a la muerte de mamá fue él quien se alejó y sus
ausencias no contribuyeron precisamente a potenciar nuestros afectos.
Ahora, viendo esa cara, ese gesto, brotan de mi lápiz
olvidados bocetos que se escondían sedimentados en el fondo de mi corazón.
La foto tiene fecha, pero no la sitúo, hace ya demasiado
tiempo que soñaba con su vuelta y por encima de las personas que aparecen, me
invaden los objetos que hay en ella. Esa máquina de escribir sin papel, ese
bote de lápices vacío, esa mesa de despacho rodeada de gente que posa sin hacer
nada... Y Maite que rodea con un brazo el de mi padre y el otro escondido se
pierde en el trasero de su secretaria.
En esa foto sigue habiendo algo que me intriga.
“El
invierno del mundo”
Ken
Follet
“Carla reparó de nuevo en su madre que
le observaba con una sonrisita enigmática...”
Con
el transcurrir de los minutos aumentaba su curiosidad. No comprendía qué hacía allí, sentada alrededor
de aquella enorme mesa ovalada rodeada de tantos vejestorios enchaquetados en
lugar de estar con sus amigos, precisamente el día que habían planeado ir de
excursión a la casa misteriosa abandonada de las afueras.
Carla
disfrutaba con las aventuras, sus lecturas preferidas eran las que tenían que
ver con enigmas, en las que el mundo fantástico se entremezclaba con el real,
donde los hombres eran juguetes a merced de unas fuerzas superiores, donde
siempre había un héroe o heroína que restablecía el orden tras el caos.
Miró
hacia el reloj de cuco que presidia el fondo de la habitación. Las agujas
apenas se habían movido. Juró que nunca más se dejaría convencer. Lo que su
madre le había contado para llevarla hasta allí de que viviría una enorme
aventura era una patraña. Aquello parecía más un velatorio, todos tan serios;
o… pensándolo bien parecía más bien la espera a la lectura de un testamento.
Eso, efectivamente, de eso tenía pinta.
Carla
se movía inquieta en su asiento cuando por la puerta entró un hombre ataviado
con una extraña vestimenta y peluca que
se dirigió a la presidencia de la mesa. Con ojos asombrados giró la mirada
hacia su madre que le confirmó con una señal de su cabeza de que lo que
contemplaba era cierto. Aquel señor era su padre. Fascinada le escuchó decir:
-Yo,
Michael de Parfois, brujo de Bargilé, os he convocado aquí para que
testifiquéis el juramento de mi hija Carla de Parfois, en su iniciación a la
brujería, una vez que ha cumplido la edad que marcan las reglas de nuestra
Hermandad. Carla, ponte en pie, Carla, ponte en pie…
-Carla,
ponte en pie y dinos que significa lo que está escrito en la pizarra. Carla,
ponte en pie, ponte en pie… ¡Parece que la señorita Parfois ha volado al reino
de los sueños, una vez más! –dijo la señorita Tangus provocando la risa de
todos los niños de la clase.
"Alevosías"
Ana Rosselli
“Eva estaba confundida y en toda ella aún no se
había calmado el estremecimiento que, en el sueño, la había desmadejado
dejándola lánguida y nerviosa…”
Como en
otras ocasiones se había quedado
dormida en el tren, pero
esta vez sus propios gemidos la
habían despertado. Miró al pasajero que compartía su vagón y le inquietó la mirada
que también sostenía una burlona sonrisa. En principio esquivo el
contacto visual con el joven , después
se recreó en su atractivo.
Le
gustó el pelo oscuro, ensortijado y
revuelto que le caía sobre la
frente, continuó examinando cada rasgo
de ese rostro que la observaba sin
rubor, y sin pestañear se asomó a los ojos verdes del extraño, que con gesto
amable le ofreció un cigarrillo.
Eva se
incorporó para aceptar todavía aturdida por el
recuerdo .
Cuando tuvo el cigarro en su
mano y lo puso en su boca, el tren frenó
en seco, haciendo que cayera entre los brazos del pasajero, y
éste, la sostuvo con fuerza hacia
su cuerpo hasta que se sentó
sobre las piernas de él. Notó el calor
de sus mejillas que rozaban las suyas y
luego, tras mirarse de nuevo, el
pasajero saboreo con su lengua los labios de ella. Bajo sus posaderas percibió que los sueños crecían al mismo
ritmo que sus gemidos.
Ya no había fronteras entre el traqueteo y el
baile de cuerpos en el tren. Eva cerró los ojos
y murmuró en el oído de su
acompañante: por favor, no me despiertes, por favor no me despiertes...
“Diez Mujeres”
Marcela Serrano
“Fue
entonces que viví el efecto luna llena. Así lo llamé. Me sentía como si
yo misma fuera una gran luna, creciendo y creciendo de a poquito, noche a
noche, para llegar a ese estado completo, absolutamente luminoso, donde nada
falta ni sobra"
A Lucila el viaje le parecía
interminable. Estaba callada mirando pasar las casas y los árboles por la
ventanilla del auto. A pesar de que Jesi le había hecho prometer que no
lloraría, la congoja se le adentraba en el pecho y en cualquier momento iba a
explotar en llanto.
Eran amigas desde siempre, inseparables.
Habían transitado juntas toda la vida acompañándose en las buenas y en las
malas. A pesar de que eran dos personas
completamente diferentes, en vez de rechazarse se complementaban.
Jesi era hermosa. Tenía el cabello rubio, larguísimo y lleno de
bucles. Sus ojos verdes, luminosos, expresaban todo con solo mirarlos
y su cuerpo era armonioso. Era inteligente, siempre salía elegida como la mejor
compañera, la mejor alumna, la mejor en todo. Se había recibido de analista de
sistemas en pocos años. Tenía una personalidad simpática, amaba la vida y la
vivía a pleno sin detenerse en nada.
Cuando Jesi le dijo que le habían
confirmado el puesto que siempre había soñado en esa empresa española sintió
que la desolación se adueñaba de su alma. ¿Qué haría sin ella? ¿Cómo encararía la vida sola sin su amiga? No
quería que llegara nunca ese momento, pero tan pronto como se dio cuenta, los
días pasaron y ya estaba en ese auto yendo al aeropuerto. Le había pedido que
no la obligara a ir a despedirla, pero
Jesi, con ese poder de convicción único que tenía sobre ella, había logrado
hacerla ir.
Lucila seguía pegada a la ventanilla
tratando de no pensar, pero la melancolía se adueñó de sus pensamientos y le
trajo el recuerdo de su infancia juntas. Las tardes cuando jugaban y se
disfrazaban. Jesi siempre era el hada o la princesa, los disfraces le quedaban
pintados. En cambio a ella con su cabello oscuro y su figura desgarbada le
costaba parecer una heroína. Así que optaba por elegir un disfraz más acorde a su figura; una bruja o una
madrastra malvada.
No sabía por qué siempre le cedía los
mejores roles a Jesi. Cuando empezaron a salir en la adolescencia, Lucila la
dejaba entrar primero a todos lados para pasar desapercibida. Sentía que estar
a su lado le daba valor. Al contrario de
su amiga ella era tímida, la naturaleza no la había dotado tan bien, su
contextura regordeta no la ayudaba. Si
encontraba a algún chico que le gustara, esperaba semi escondida detrás de Jesi
hasta que él se le acercara. Nunca había tenido esa suerte, los chicos siempre
venían a hablarle a su amiga que fácilmente los conquistaba con su espléndida
sonrisa. Siempre se quedaba con las ganas.
Lejos de envidiarla la admiraba.
La llegada al aeropuerto la sacó de sus
pensamientos, bajaron las valijas que eran muchas. A Jesi le encantaba estrenar un modelo nuevo
siempre que podía y combinarlo todo. Lo que no le gustaba era compartir su
ropa, decía que cada una tenía su estilo y era mejor no mezclar.
Luego de acompañarla a hacer los trámites
previos al abordaje, fueron las dos a
tomar un café. Un silencio incómodo reinaba entre ellas. No le salían las
palabras, estaba triste. Jesi estaba demasiado excitada parecía no importarle
demasiado alejarse tanto, todo lo que decía era sobre su nueva vida, siempre
había pensado más en ella que en los otros.
Caminaron un rato por el aeropuerto y
cuando llegó la hora de la despedida Jesi la abrazó fuerte, y le dijo que jamás la olvidaría. Lucila la
tomó de las manos y le deseo lo mejor en su nuevo emprendimiento. Quedaron en
comunicarse por internet apenas pudieran.
Mientras Jesi subía la escalera para
abordar, Lucila se acercó un poco más al
cristal del mirador para ver despegar el avión, agitó su mano, y tomó un pañuelo de su cartera. Asombrada se
dio cuenta que su cara estaba seca, no había llorado. Cuando el avión ya estaba
en el aire tuvo una extraña sensación interior que jamás había tenido… Una
inesperada liberación la invadía completamente.
Recién allí sintió la humedad que brotaba
de sus ojos. Respiró profundo reteniendo ese aire nuevo que la llenaba. Guardó el pañuelo y dejó correr ese manantial
sanador que tenía guardado desde hacía tanto tiempo sin saberlo, sabía que esta vez esas lágrimas eran de
alegría.
Giró sobre sus talones, y sin mirar atrás
comenzó a caminar asegurando sus pasos hacia una nueva vida.
(Dedicado con
cariño, admiración y respeto para nuestros queridos reporteros del “The Daily
Planet’s Bloggers”)
tercer libro de la trilogía Millennium
Stieg Larsson
“Si Millennium ha
funcionado hasta ahora es porque tú y Mikael os complementais”
Erika
Berger, redactora jefe, es metódica y cerebral. Dotada para la gestión,
planificación y liderazgo. Mikael Blomkvist es intuitivo y anárquico. Dotado de
una gran inteligencia y un instinto
especial para escarbar y destapar todo tipo de componendas y corruptelas en el
mundo político, empresarial y financiero. Amigos íntimos, amantes ocasionales, fundadores
de la revista Millennium, periodistas comprometidos, de raza. El éxito de la
revista es fruto de la perfecta simbiosis de los dos.
Quiero explayarme
en un aspecto común de su semblanza, el de ser amantes ocasionales, por lo que
su peculiar relación puede suponer de choque cultural. Desde sus tiempos de
Universidad mantienen esporádicas relaciones sexuales a las que no han sabido
ni querido renunciar a pesar de que cada uno de ellos ha contraído matrimonio
con otras personas. La esposa de Mikael, no pudo soportarlo y lo abandonó.
Por el contrario, Greger, esposo de Erika, estaba del todo conforme con el hecho de que Mikael fuera el amante de su mujer. La relación tenía lugar con su consentimiento y aprobación. Esta actitud conformista, me plantea una serie de interrogantes que someto a vuestra consideración. ¿Es posible amar a una persona, gozar sexualmente con ella y, al mismo tiempo no tener sentimientos de culpabilidad ni sensación de ser infiel gozando con otra?. ¿Somos los humanos monógamos por naturaleza o es una consecuencia cultural, religiosa o social?
¿Son estas actitudes y comportamientos inmorales o amorales?
¿Es la actitud de la persona que consiente y aprueba, un signo de amor incondicional y de respeto hacia la libertad de su pareja?
Se me ocurren algunos interrogantes más como los anteriores, pero creo que como muestra, es más que suficiente.
Finalmente para suavizar un poco la aridez de las cuestiones anteriores, os dejo con una gota de humor.
¿A ti que te parece que los curas puedan casarse?
Realmente... Si se quieren, ¿por qué no?
"BUENOS DÍAS
Alicia González García, 2012
“Pero algo pasó el día de la cita.
Altagracia me llamó para comentarme que todo estaba arreglado, que Miriam y el
bebé se quedarían en casa. Intenté saber qué pasaba, pero choqué contra un
muro; ninguna información que ella no desease dar saldría de la boca de esa
mujer, lo único que me comentó es que la familia se ocuparía de todo...”
Al colgar, el teléfono por poco se me
cayó al piso. ¡Miriam no vendría ni el bebé tampoco, por supuesto! En el
pasillo tropecé con la cuna porque anoche ya no me quedaban fuerzas para
colocarla en lo que iba a ser su sitio. Me fijé en las sabanitas limpias algo
deslucidas por el uso y pasé la mano por la frazada. ¡Si tenía hasta bolitas!
Los recién nacidos, ¿se las comen y pueden ahogarse? Me entró pánico al
pensarlo. Luego lo comentaría con la vecina que me la había prestado… sin
embargo ya no tenía nada que consultar porque no la necesitaría. La empujé
hacia la entrada, un mueble vacío, inútil y fuera de lugar en mi casa de
solterona. Además estrechaba el paso de una manera que de pronto me pareció
insoportable.
Entreabrí la puerta de mi cuarto donde
iba a dormir Miriam con su pequeño. Después del fregado que le di hasta las
tantas, todo olía a fresco. Por debajo de la persiana a medio cerrar, se colaba
el sol y en el escritorio apenas se notaba la marca del portátil que había
trasladado a la mesa del comedor donde su cable no llegaba al enchufe.
Con cierto alivio volví a ponerlo donde
solía estar aunque ahora no tenía tiempo para escribir. Iba a devolver la cuna
y recoger al gato que había llevado a casa de mamá porque Miriam me había
dejado bien claro que no consentiría que una mascota se acercase a su niño.
Una vez vestida, saqué la cuna afuera y
metí la llave en la cerradura de la puerta. En el comedor empezó a sonar el
teléfono fijo pero no entré a cogerlo.
“La isla bajo el mar”
Isabel Allende.
“Por un tiempo,
dos o tres semanas, no pensé en escaparme. Mademoiselle era divertida y bonita,
tenía vestidos de muchos colores, olía a flores y salía por las noches con sus
amigos, que después venían a la casa y hacían lo suyo, mientras yo me tapaba las
orejas en la pieza de Loula, aunque de todos modos podía oírlos…”
Sus
alocadas risas se fueron apagando, mis parpados cayeron livianos al mismo
tiempo que se liberaban mis oídos. ¡Lo vi! La altura de la noche nos dejo
solos; en mi plena oscuridad consentida, poblada de aromas. El porte de su voz
hizo presencia, su mano urgente, sus labios hambrientos, todo fue cuerpo.
Pechos de magnolia y el andar de su lengua, atravesamos el silencio mas allá
del tiempo, deje de escaparme de los dedos que buscan, los pies que proponen.
¡El horizonte era tan vertical que se confundía el sol y la luna! Hasta que el
primer peldaño de luz me encontraba arañando las sabanas de Madeimoselle.
“Travesuras
de la niña mala”
Mario Vargas Llosa.
“Arnoux estaba allí, en una mesa de la
terraza protegida por una vidriera, fumando con boquilla de marfil , y
tomándose un café. Parecía un maniquí de Vogue vestida toda de amarillo con
unos zapatitos blancos y una sombrilla floreada. El cambio era extraordinario,
en verdad.”
La
última vez que la vi, cinco años atrás,
fue en la cafetería de la facultad de medicina. Por entonces estaba en
el segundo curso de carrera y vestía de
aquella forma bohemia que a algunos estudiantes les había dado por llevar. La
larga melena de pelo se la retiraba de
la cara sujetándola con un pañuelo a modo de diadema. Entre cafés y cigarrillos, me contó sus
intenciones de dejar sus estudios. Me dijo que estaba harta de la medicina, que
no le gustaba ni sentía vocación alguna. Que si se había matriculado en la
facultad, era por no darle un disgusto a sus padres, quienes tenían más empeño
que ella en que fuera médico.
Yo
me quedé algo aturdido, pues no daba crédito a lo que estaba oyendo y más después de llevar dos años de estudio con unas
notas brillantes. Así que le pregunté qué
haría en lugar de seguir estudiando.
Dedicarse
a la moda. Esa
fue su respuesta. Sí, desfilar en pasarelas, ser la imagen de alguna firma en
prendas de vestir, posar para reportajes
fotográficos... Fue entonces cuando pasé del aturdimiento a la
estupefacción. No tenía nada que ver lo
que había hecho hasta ahora con lo que pensaba hacer. Cuando salí del shock que me produjo su decisión
le dije lo que seguramente estaba esperando oír
de mi; le dije que si eso era lo que quería y que si lo tenía claro, que
adelante. Lo cierto es que era bastante guapa. Con el toque de un buen
estilista y algo de deporte, sacaría buen partido de sí misma.
Así
que colgó la bata de las prácticas, archivó los libros, metió lo imprescindible
en una maleta y una visa en su cartera y se marchó a París.
Nunca perdimos el contacto, bien a través de
e-mails o de llamadas telefónicas seguíamos contándonos nuestras vidas. Aproveché uno de mis congresos sobre
medicina, celebrado en París, para
volver a vernos. Y allí, en una terraza de aquella plaza, quedé con ella.
"Las Fuentes del Pacífico"
Jesús Ferrero
"...tor Michel Leclerc, médico de la
tripulación y contramaes-"
Que los
dioses te guarden, Fabio, de esta plaga, pues de todas las formas de purificar
el cuerpo que el hado nos envía, la diarrea es la más pertinaz y diligente. A
menudo he debido sufrirla, como ocurre a quien, como yo, se adentra en los más
remotos rincones del Imperio e incluso allende sus fronteras en busca del saber
y la certeza. Pues es el caso que habiendo llegado a mis manos un papiro
supuestamente hallado en una tumba etrusca, aunque procedente, según afirmaba
quien me lo vendió, de un país más lejano, leí en él noticia de un arroyo cuyas
aguas proporcionan la sabiduría a quien las bebe, así como ciertos datos que me
permitieron barruntar su ubicación.
De modo que emprendí viaje y hace ya dos
años que ando probando todas las aguas que encuentro sin más resultado, Fabio,
que el creciente menoscabo de mi salud, por cuanto la afección antes citada ha
sido durante este periplo mi compañera más constante y también, por Hércules,
la más conspicua.
Es por ello que atentando contra toda lógica, me he embarcado
en una nave para no bajar más de ella hasta que de la mar salga el dios Apolo
con su tridente y me lo clave en el lugar adecuado, es decir, en el ano,
bendiciéndome así con su poder acuático y haciendo que sane de este mal. Para
ello, siempre voy con el ojo innombrable apuntando a las saladas aguas.
Que los
dioses me ayuden, Fabio, y cuando esté repuesto, me tendrás de vuelta.
Atentamente, P. Flatus
“El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”
Miguel de Cervantes Saavedra
“Todo el mundo
se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más
hermosa que la Emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso...”
En la aldea que la reconocí, mecíase ella como el
viento entre sus doncellas que allí estaban para servirla. Mi señora era de
natural alegre y generosa de carnes, llevaba el mismo hábito que las demás
y hacía las mismas cosas, por no dar señal de su rango. Entendí que
utilizaban con ella un nombre más familiar, que no tenía la enjundia que el que
yo le adiviné sin saber a ciencia cierta su gracia.
Cuando me acerqué lo suficiente para ser visto por
ella, bajéme de mi jumento y postréme ante ella, como no podía ser de otra
manera. Entiendo que la sorpresa le dejase sin habla, como le sucedió en un entretiempo,
que a mi se me hizo eterno. Al fin vino hacia mí, hizo una pequeña reverencia,
y cuando yo sospechaba que me solicitaría con sus brazos, diome un empujón,
como se da a los mozos que osan acercarse más de lo debido. ¡A fe mía que fue
grande su desconcierto!
“Kitchen”
Banana Yoshimoto
"Pero no era tristeza; tuve la sensación que lloraba
por muchas cosas distintas"
Era un día de esos que invitan a estar tumbada en el
sofá con esa laxitud que da el contemplar la lluvia y el frío tras los ventanales.
Busqué una postura cómoda y me dispuse a dejar
resbalar las horas por mi cuerpo, arrebujado en esa manta cálida que acompaña
mis soledades.
Mi somnolienta mirada, viendo sin ver, iba de acá para
allá sin posarse en ningún objeto en concreto, mientras mi mente puso en marcha
la moviola de los recuerdos que se iban sucediendo sin ni si quiera guardar
turno para salir. Se atropellaban unos a otros.
Sin saber cómo ni por qué, mis ojos empezaron a nublarse
bajo una cortina de lágrimas que mansamente comenzaron a caer por mis mejillas,
llegando a sorprenderme por lo inesperado de la situación.
Quizás los recuerdos me pusieron triste... " pero no
era tristeza; tuve la sensación que lloraba por muchas cosas distintas":
impotencia... orgullo... soberbia...soledad...
Me tragué el orgullo, doblegué la soberbia y me envolví en
la soledad, pronunciando una y otra vez quedamente su nombre y empecé a
acariciar mi cuerpo y a amarme como nadie lo había hecho hasta entonces. Ni si
quiera yo misma.
También desapareció la impotencia, arrastrada por mis
últimas lágrimas.
"Antología Poética"
Jorge Luis Borges
"Hubo una vez, hace tiempo, cuando reinaba la nada, que apareció de esa nada, cundo todo era silencio, cuando la luz no existía, hubo un algo que brotó de improviso y aquello que era nada, empezó por vez primera a tomar forma, y desde ese momento, comenzó a ser…algo, apenas, pero fue..."
Así se dio el comienzo. Primero nada, después algo, y más tarde, alguien que aprendió a llorar solo, sin que le enseñaran, y fue niño al principio, dispuesto a crecer para hacerse adulto.
Entonces fui yo. Y así me encontré en la vida, sin saber ni entender nada. Solamente estaba…y poco a poco pasé a ser uno más, y comenzó la enseñanza, aprendiendo todo, de apoco, hasta saber distinguir lo que creí bueno de lo que no.
Ya conocía lo que era el afecto y qué era el cariño y qué era tener a alguien cerca a quien querer y así aprendí a reconocer la felicidad, con la misma sencillez con que se adora una cometa ose acaricia una simple pelota de fútbol. Fue la época en que tenía apenas un poco de algo, y ese algo –tan pobre al principio- comenzó a valorizarse y me acompañó hasta hoy y nunca murió, ni morirá con el paso del tiempo.
Todo forma parte del recuerdo que estará siempre conmigo, como mi piel, cubriendo y cuidando ese que soy.
Y el tiempo fue pasando, la vida siguió su curso y comenzó otro
momento distinto, otra forma de ver y entender. Siguió el aprendizaje, con temas nuevos y desconocidos y seguí eligiendo lo que creía mejor, dejando de lado lo que no servía, lo que no educaba, lo que no enseñaba.
Después, en el momento de hacer balance de nuestros actos, pocos o muchos -la cantidad no interesa- uno va poniendo énfasis en lo que puede ser enseñanza para los que vienen detrás.
Participantes por orden alfabético:
Alfredo
Any
Atalanta
Carmen
Casss
Cecy
Dorotea
Eduardo
Emejota
Encarni
Fabian
Gaby
Gustavo
Juan Carlos
Leonor
Manuel
Mar
Mª José
Medea
Miralunas
Mónica
Natalia
Pepe
Rossina
Tere
San
Sindel
Toni
Tracy
Verónica
21 comentarios:
uuuuuuuuufffffffff qué difícil se me hace!Aprovecho para felicitarlos, chicos por el trabajo monumental que supone haber armado esta propuesta...y lo que falta!
=)
Enhorabuena, por un trabajo estupendo que os ha salido redondo. La idea de unificar todas las entradas resulta comodísima para el lector, además el estímulo de adivinar, para quien guste resulta muy atractivo.
Al principio se hacía algo complicado porque toda novedad trae consigo algo de complicación, en este caso ha sido para bien, al menos así me parece.
He leído unos cuantos y volveré para seguir leyendo, y seguir pasando un buen rato, el nivel de los "escribidores" es muy bueno. Bss.
En dos palabras:
IN SUPERABLES.
Besos agradecidos
Hola, guapetones.
Aunque me ha sido imposible participar, os sigo de cerca. He leído algunos relatos y, a ratos, seguiré con más y veré como acaba la historia juevera.
Mi más sincera felicitación por vuestro trabajo.
Dos abrazos.
Lupe
Chicos, no sé por qué en la columna de blogs actuallizados, no me sale esta entrada del Daily, porlo que opté por hacer como Cass y Alfredo, enlazando desde su blog esta convocatoria.
Un abrazo
Si que está complicado! Vaya jueves que habéis montado y vaya trabajo! os lo habéis currado pero bien!
Gracias y besos!!
Hice desde mi blog como Neo, os enlace para que quien me visite llegue hasta aquí y pueda disfrutar de todos estos relatos.
Magnífico trabajo supermanes.
Y que dificil descubrir!!!!!!!
Un beso.
Os doy la enhorabuena amigos. habéis tenido mucho trabajo y lo habéis hecho superbien, ahora nos toca a nosotros y yo al llevar poco tiempo no os conozco bien, lo tengo superdifícil.
paso a felicitarlos. Espero en algún momento poder leerlos a todos y dejarles mis comentarios.
El trabajo es impecable, mis queridos.
Leí los primeros relatos y estoy completamente despistada!!! No creo que pueda ubicarlos me han desconcertado hasta ahora muy bien!!!
Está quedando increíble. Buena idea y genial el resultado.
Un abrazo a los anfitriones y a los participantes.
Yo sigo con mi quiniela, creo que es surrealista, pero al menos si no sé de quién son los relatos, al menos me los voy a inventar.
Enhorabuena al equipo, prque menuuuudo trabajo habéis y estáis haciendo.
Un abrazo fuerte para ambos :)
Lo vuestro es de ovación y vuelta al ruedo, geniales y genial idea...otra cosa es adivinar ni uno ni una.
Los he leído varias veces, la tira de veces, una calidad que echa de espaldas, nos hemos esmerado a topes. Felicitaciones Daily, amables y abnegado/a.
Aplauso a los jueveros y jueveras, ya he sudado lo mío, no le doy más vueltas, os envío mi quiniela desastrosa.
Besitos en general y hasta el lunes !qué intriga!
Ahijuna con la lobuna! diría Don Inodoro Pereyra ... que difícil está esto. Yo creo haber identificado a tres ... ya solo me falta ponerle autor a los otros 27 taquelotiró!
besos a los reporteros mas top de la blogósfera!
Chiquillos, vaya trabajo en el que os habéis metido. Me parece genial la idea y me estoy divirtiendo de lo lindo, aunque creo que no voy a acertar ni uno.
Ya os mando mi quiniela para que no se os junte todo el trabajo el mismo domingo.
Un abrazo.
Leonor.
No salís en las actualizaciones,amigos... pero me lo he impreso y ando leyendo los relatos, lo primero, no sé si por que están en papel, estoy disfrutando palabra por palabra de ellos, sin prisas y con mucha pausa, porque me está costando encontrar a los autores... la Excel de Manuel está llena de símbolos, tachaduras, números y en tinta invisible... dudas, muchas dudas... Que penita no haber podido participar, os habéis superado todos, desde la organización hasta los participantes, felicidades... Besos!!
Más despistada que pulga en perro de plástico, ya me lancé al aire con las posibles autorías de cada texto. No quiero dejar de decir que la propuesta no solo me encantó, sino que lo que han armado aquí es toda una producción formidable: los felicito! Por otro lado... qué buenos textos! Para todos vaya el aplauso.
Un beso y a esperar resultados!
Buen fin de semana.
Gaby*
Increible convocatoria. Originalísima.
Y el resultado es muy bueno.
Sólo he acertado uno, el mío.
Imposible.
Los libros son curiosos, porque yo no leo autores españoles a no ser que sean clásicos, como mucho del XIX. La señora Larson me aburrió como una ostra, pero Stieg Larson me creó un antes y un después.
Con Ken Follet me paseo los domingos solamente y me tiene agarrada.
No creo que acierte nada, pero dejaré una buena ración de café y tarta para mientras vais leyendo, amigos.
Un beso a todos.
Llevo pocos jueves con vosotros, de tal manera que aún no se muy bien el estilo de escribir de cada uno, por lo que hacer una quiniela, sería aventurarme a que la suerte casara autor con relato.
Bss.
Que buenooooo, aqui reuniendo perlas como tesoros
Me gustó mucho, tanto los relatos como la idea
Besos
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