Adivinamos a Eduardo en el bar de Oroño y Jujuy, el renovado Bar Victoria. En tiempos pasados de barra y juventud, donde solía reunirse con sus amigos. Prefería el café, pero un vino de mesa, como dicen los argentinos, o una cervecita fresca en verano mirando el río no le venían mal de vez en cuando. Lo vemos llegar, con paso lento, reconociendo en nosotros un poco de cada juevero. Quién podría sospechar que sus padres eran mallorquines; de nuevo la sangre…
Autodidacta de la vida, danzante incansable, anónimo escritor de cartas de amor para que enamorasen sus amigos, acarició el violín y golpeó las teclas del piano en un entusiasta ejercicio por emular a Chopin y Tchaikovsky. Creció entre balances y cuentas de explotación que regalaba en los libros con elegante caligrafía. Tanguero, especialmente de uno, el de la historia que hace "caminito" al andar. Escuchándolo le parecía sentir como si alguien regresara del ayer, era él mismo retornando desde aquellos tiempos que se fueron.
Romántico, con su mensaje escrito a golpe de teclas:
-"Pienso que la magia está en que existan dos personas que aun estando separadas puedan decir sin palabras lo que siente quien las ofrece, para que lleguen llenas de vida a quien las reciba con la mejor de las sonrisas”.
-"Pienso que la magia está en que existan dos personas que aun estando separadas puedan decir sin palabras lo que siente quien las ofrece, para que lleguen llenas de vida a quien las reciba con la mejor de las sonrisas”.
Padre y abuelo, desde aquel primer baile, cuando con cierta timidez se acercó para invitar a quien había elegido como su compañera para bailarlo. Nunca olvidó la emoción que sintió al ver que su invitación fue aceptada. La timidez se fue yendo de a poco, pero aún le acompañarían todas las sensaciones que sintió al compás de aquella melodía. Un disfrute más que le regaló la vida: sus nietas: Marina y Agustina.
Le encantaba sentarse frente al pasillo de su casa y mirar pasar la gente, hablar con los vecinos. Disfrutar de la vida pueblerina, que la ciudad mantiene en sus barrios. Y en ese devenir del tiempo libre, apareció Internet.
Fue su octava maravilla. Y cómo no había de serlo, con esa posibilidad de acercar a tanta gente distante y desconocida, con quienes compartir sus escritos, sus reflexiones, los comentarios y sus textos. ¡La frutilla de la torta! De alguna forma le hizo trampas a la vida, siguió descubriendo cosas, no dejó de asombrarse y todo eso acompañada de una excelente guía, su hija.
Un día escribió:
-"¿Qué nos queda entonces? ¿Pensar en un futuro -si llega- y empezar a trabajar en ello? Tenemos entonces que aprovechar que ya conocemos los dos colores –el blanco y el negro- para que cuando en ese mañana que soñamos, en esa “máquina del tiempo” y quede registrado nuestro paso por el mundo, hallamos sabido elegir el “color” correcto; y entonces podremos sonreír tranquilos y notaremos que en nuestro interior brotará una palabra que dirá todo lo que resume lo que fue nuestro camino recorrido: Gracias.”
Un día escribió:
-"¿Qué nos queda entonces? ¿Pensar en un futuro -si llega- y empezar a trabajar en ello? Tenemos entonces que aprovechar que ya conocemos los dos colores –el blanco y el negro- para que cuando en ese mañana que soñamos, en esa “máquina del tiempo” y quede registrado nuestro paso por el mundo, hallamos sabido elegir el “color” correcto; y entonces podremos sonreír tranquilos y notaremos que en nuestro interior brotará una palabra que dirá todo lo que resume lo que fue nuestro camino recorrido: Gracias.”
Este es Eduardo.
Y aquí su ciudad y tu tango favorito.
Y aquí su ciudad y tu tango favorito.
Amigos que hablan de Eduardo:
Mónica
Pepe
Cass
Montserrat
Molí del Canyer
Rosa Desastre
Gustavo (Juliano...)
Carmen Andújar
Sindel
José Vicente
Charo
Juan Carlos
San
Alfredo
Verónica
Dorotea
Tere